La extracción de minerales para la energía limpia pone en riesgo humedales vitales y la cultura de comunidades indígenas en América Latina.
En el corazón de América Latina y el Caribe, los humedales –ecosistemas vitales para el equilibrio ecológico y la supervivencia humana– están siendo víctimas de una doble crisis. Mientras el cambio climático y el crecimiento urbano han deteriorado estas áreas, la voraz demanda de minerales estratégicos para la transición hacia energías renovables está acelerando su degradación.
Un legado amenazado
Durante los últimos 50 años, la región ha perdido un 59% de sus humedales, una cifra alarmantemente superior a la media global del 35%. Estos espacios, que almacenan agua dulce, amortiguan inundaciones, y sostienen una biodiversidad única, ahora enfrentan una presión sin precedentes. Su desaparición no solo amenaza la biodiversidad, sino que también pone en riesgo el sustento de comunidades enteras que dependen de estos recursos para su alimentación, cultura y bienestar.
La paradoja de la transición energética
El impulso global hacia la energía limpia ha llevado a un incremento exponencial en la demanda de minerales como el litio, el potasio y el borato. Estos elementos, esenciales para la fabricación de baterías y otros dispositivos de almacenamiento de energía, se extraen en zonas que históricamente han albergado humedales. En países andinos como Argentina, Bolivia y Chile, estos ecosistemas no solo son reconocidos por su valor ecológico, sino también por su profundo significado cultural para las comunidades indígenas que han habitado la región durante generaciones.
Sin embargo, la explotación minera en estos territorios a menudo se lleva a cabo sin consultas previas ni evaluaciones ambientales rigurosas. Esto genera conflictos y vulnera los derechos de las comunidades locales, quienes denuncian la falta de información y la ausencia de medidas que garanticen la sostenibilidad de sus territorios. La creciente demanda, impulsada principalmente por la industria automotriz y la movilidad eléctrica, está dejando una huella irreversible en estos ecosistemas.
Un llamado a la transformación
Expertos y activistas exigen una revisión urgente de los modelos de desarrollo y consumo. “No se trata únicamente de cambiar de fuente energética, sino de repensar los patrones de producción que han llevado a la explotación desmedida de recursos naturales y al avasallamiento de derechos ancestrales”, sostiene un reconocido ambientalista de la región. La preservación de los humedales exige políticas integrales que, desde un enfoque socio ecológico, unan a gobiernos, empresas y comunidades en la búsqueda de soluciones que respeten los límites naturales del planeta.
En este entorno, se plantea la necesidad de implementar estrategias de gestión participativas y sostenibles, que prioricen la protección de estos valiosos ecosistemas y reconozcan el papel fundamental de las comunidades indígenas en la administración de sus territorios. Solo así será posible garantizar que la transición hacia energías limpias no se convierta en una amenaza más para la diversidad biológica y cultural de la región.
Los humedales son, en esencia, el pulso natural que regula el clima provee agua y sustenta la vida. Su preservación es indispensable para enfrentar los desafíos ambientales del siglo XXI y construir un futuro en el que la justicia social y la sostenibilidad vayan de la mano.