Este abuelito de 87 años ganó en una peligrosa carrera de balineras

Don Juan, de 87 años, sorprendió a todos en Tibaná, Boyacá, al ganar la carrera de balineras, tradicionalmente dominada por jóvenes. Su historia conmovió a un país entero y se volvió viral por su espíritu indomable y su ternura.

 

 

En medio del bullicio, la emoción y las risas infantiles que caracterizan la tradicional carrera de balineras en Tibaná, Boyacá, nadie esperaba que el gran protagonista de la jornada fuera un hombre de 87 años. Don Juan, con gorra, camiseta blanca y una sonrisa contagiosa, desafió los estereotipos, y la gravedad, al lanzarse cuesta abajo con la determinación de un niño y la experiencia de toda una vida en cuatro ruedas.

“Yo siempre había querido concursar en la carrera del pueblo. Me divertí mucho, porque al final vieja es la cédula, no uno”, dijo entre risas, “mi esposita siempre creyó en mí, me divertí como un niño”, repetía entre lágrimas tras cruzar la meta.

El evento, que usualmente reúne a niños y adolescentes, vivió una edición inolvidable con la participación de este abuelo boyacense que decidió inscribirse para cumplir un anhelo de juventud. Su valentía y ternura pronto se volvieron virales en redes sociales bajo hashtags como #AbueloCampeón y #NuncaEsTarde, y su nombre pasó a ser leyenda en su pueblo natal.

Más allá de participar y divertirse en la pista, la hazaña de don Juan representa una poderosa metáfora sobre la vida, la edad es apenas un número cuando se tiene el corazón joven. En un mundo que muchas veces margina a las personas mayores, su historia es un recordatorio de que los sueños no caducan y que siempre hay espacio para reír, competir y volver a sentirse niño.

En tiempos donde las noticias tienden a ser duras, historias como la de don Juan inspiran, reconectan y nos devuelven algo de esperanza. Hoy, su nombre rueda con fuerza por las calles empinadas de Tibaná, no solo como participante icónico de una carrera de balineras como esta, sino como el símbolo viviente de la vitalidad, la perseverancia y la alegría. Porque sí, nunca es tarde para ser niño.