Por: Óscar Alfonso Pabón Monroy/ Comunicador Social comunitario
Cuando a mediados de octubre anterior la organización sueca dio a conocer que un artista, el norteamericano Bob Dylan, más no un escritor era el ganador del premio Nobel de Literatura 2016 “por haber creado un nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana”, me puse a pensar que un artista del llano colombiano algo parecido en los años sesenta había logrado con sus letras cantadas y grabadas.
Guardando las proporciones, al llanero le detecté valiosos aportes porque en sus canciones recogió y reflejó con sencillez el tradicional carácter literario de su territorio, como más adelante lo comentaré.
Miguel Ángel Martín Salazar:
Oriundo del colonial pueblo de Tame en el piedemonte araucano. Cantautor de joropos, instrumentista, bailador y además investigador/escritor.
En sus años juveniles estudió en la capital del Meta. Luego, en las décadas del sesenta y setenta allí volvió a vivir siendo bien estimado por sus aportes a la cultura local, puesto que ayudó a fundar el Festival de la Canción Colombiana y el Torneo del Joropo de Villavicencio. También fue uno de los primeros profesores de música del colegio INEM Luis López de Mesa.
Acerca de su obra:
Como escritor, su libro Del folclor llanero editado en Villavicencio en 1979 sigue siendo la carta de navegación para los investigadores de la cultura del joropo en Colombia. Escribió también el título Marcolino Carajón.
En lo referente a su cancionero, comento que la memoria de quien este artículo escribe guarda el recuerdo de haber escuchado con frecuencia en las pocas emisoras de Villavicencio, en los años sesenta, las canciones que a la postre fueron las más clásicas de Miguel Ángel.
Lo particular de esas amenas melodías es que no eran con instrumentación llanera, sino con teclados y vientos. Supongo, que en aquellos tiempos en los estudios de grabación bogotanos para nada se conocían arpa llanera, cuatro y maracas.
Hablando ya directamente de las letras de las canciones del juglar araucano, las agrupo bajo la siguiente clasificación:
Romanticismo metafórico: el llanero enamorado está en Carmentea, Reina del Amor y Dulce María. De este trío me quedo con la segunda canción, que a la vez fue la primera que de muchacho me aprendí. Le extracto los siguientes versos iniciales:
“Nació la luna con su vestido de noche de un blanco sentimental como reina del amor,
Y su figura se destaca allá en el cielo refulgente esplendorosa como reina del amor,
Salió la luna, canta el llanero cuando la noche se llena de inspiración”.
Hipérboles: es propio del llanero exagerar en sus narrativas oral y escrita, y Miguel Ángel Martín ese rasgo cultural lo recogió en unas de sus letras.
En mi concepto, la obra que más lo refleja es La carta del ciego de la cual son las siguientes partes:
“Un ciego escribía una carta y un mudo se la leía,
Y un sordo estaba escuchando lo que la carta decía…..
…También tengo para contarle
Que se me murió mi tía,
Y era una vieja tan buena que con nadie se metía,
Que no robaba de noche, porque robaba de día”.
Realismo mágico: esta tendencia literaria también le encuentro en el joropo Los profesionales, contando la siguiente realidad social de su territorio:
“….En la población de Arauca
Hay un dicho muy mentado,
Que hace sol en el verano cuando llega un diplomado,
De cada avión que aterriza sale un chorro de abogados,
Y el resto de pasajeros para no ser exagerados
Se compone de dentistas y médicos resabiados”.
Refranes y dichos: con estas riquezas literarias llaneras también está adobada su obra, de la cual escojo los siguientes ejemplos:
“Tusa no guarda candela, ni mazamorra es comida”
“El que se acuesta con hambre, se sueña con la comida”
“Pobrecito del soltero que busca a quien mantener sin haber necesidad,
Que Dios lo tenga en su gloria
Aunque merece el infierno por tanta bestialidad”
“Cargo la virgen del Carmen en la copa de mi sombrero,
Y cargo los bolsillos llenos, pero llenos de agujeros”.
“Yo a las mujeres las miro sin decirles que las quiero,
Porque el hombre enamorado donde quiera es embustero”.
Compromiso social: su sensibilidad artística le llevó a escribir una canción sobre situaciones ingratas de la sociedad colombiana. La tituló Está pidiendo mi pueblo, cuyo vigente estribillo dice:
“Está pidiendo mi pueblo:
Que no se vendan los jueces,
Está pidiendo mi pueblo:
Que se castigue el delito,
Está pidiendo mi pueblo:
Que rescatemos la patria
Que ya se está corrompiendo”.
Mamagallismo: este género lo utilizó más en las letras de La carta del ciego, Los profesionales y Golpe de mucurito. Dignos ejemplos del mamagallismo llanero son las siguientes expresiones del primero y último título:
“Hasta luego doña Juana, saludes a Rosalía
Que yo aquí también toy ciego,
Que si ella sigue tullía
Que Dios quiera que se muera
Que eso lo mejor sería”.
“Señores voy a cantarles un joropo atravesao
Y si quieren escucharlo pónganle mucho cuidado,
Que de los hijos de mi padre yo fui el que salió barbao,
De las orejas pa´rriba, porque no me han peluquiao”.
“….Y si es chiquitica y gordetica
Como aquellas que parecen hayaca mal amarrá,
Que Dios lo tenga en la gloria
Porque son más indigestas, que la batata morá”
Culmino mi análisis a la obra artística folclórica del Maestro Miguel Ángel Martín, con el cual resalto y valoro sus aportes a la literatura vernácula del extenso territorio llanero de Colombia, desde finales de los años cincuenta.
Por lo anterior, establecí la relación de los alcances literarios de sus creaciones folclóricas con las del artista Bob Dylan, a quien la academia sueca le confirió el premio Nobel de Literatura 2016 “por haber creado un nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana”.
Villavicencio, 30 de abril de 2017
Notas: a) la foto me la facilitó doña Nancy Castañeda de Martín
b) El ensayo hace poco fue publicado en el periódico Arauca Online de la ciudad de Tame.